PARÍS…PARÍS….PARÍS
Temerosa
de las alturas y corta de dinero, por su calidad de estudiante becaria,
finalmente se decidió a subir a la Torre Eiffel. Desde luego, de ninguna manera
subiría a lo más alto. Eso jamás sucedería, pues su temperamento era sobre todo
prudente y precavido y por que no decirlo un poco temeroso. Además frente a la
taquilla comprobó la deferencia de precios y decidió subir sólo hasta la
primera planta. Una vez que adquirió su entrada se dirigió al ascensor, montó
en este y el cúmulo de gente la llevó hasta una de las ventanas del elevador,
de inmediato, a diferencia de los demás visitantes, le volvió la espalda.
Cuando cerró sus puertas y comenzó a subir sintió un pequeño remolino en su
estomago. Por su posición no veía como se alejaban del suelo, sin embargo el
movimiento y la conciencia de saber que subían, provocaban que el remolino
aumentara su intensidad. Al cabo de unos instantes se abrió la puerta y
descendió junto con algunas personas. No fue de inmediato al extremo de la terraza
como todos ávidamente lo hicieron. Ella simplemente aguardo un tiempo a que
disminuyera su malestar estomacal. En un momento dado, se propuso esperar el
elevador para retornar y salir de la torre. El tiempo que le llevó esa pequeña
batalla fue suficiente para que disminuyera su malestar y se aventurara a dar
unos cuantos pasos, al cabo de los cuales se detuvo para ver a las personas que
iban y venían del borde de la terraza. Al mirar a niños y adolecentes que
disfrutaban gozosamente la vista que ofrecía el lugar comenzó a desaparecer el
malestar y a sentirse calmada y tranquila. Al darse cuenta de ello, se dijo a
si misma. Por qué no intentarlo. Puedo caminar poco a poco y si me da miedo, pues
me regreso. Y así lo hizo. Sin embargo, a pesar de la corta distancia tardó
bastante en acercarse al barandal del piso. Conforme este aparecía más próximo,
ella más lento caminaba, inclusive, se detenía. Aunque al mismo tiempo la vista
le parecía cada vez más hermosa, pues salió por la cara que daba frente al Sena,
las terrazas, la enorme y hermosa fuente y los museos. Finalmente quedó a medio
metro del barandal y ahí consideró que debería permanecer. El acercarse a la
barandilla lo único que le iba a proporcionar era una vista del suelo y eso era
demasiado para ella. Satisfecha con su logro, respiro tranquila y se felicitó
por ello. Así permaneció algunos minutos contemplando y disfrutando la belleza
de la vista. Intempestivamente escuchó un golpe seco a su derecha y de
inmediato varios gritos de terror. Instintivamente giró su cabeza y vio
horrorizada el cuerpo de un hombre que había saltado desde la terraza superior
y permanecía inmóvil a su lado. Fue tal su estado que tuvieron que trasladarla
a un hospital para atender su ataque de pánico. Jamás regreso a la Torre
Eiffel…..París……París……París.
El
Capitán
El título junto con la foto y el comienzo, para más tarde toparme con el desenlace me ha desconcertado un poco. Aun así me ha gustado el texto. Creo que tiene posibilidades para ser desarrollado un poco más. Y sobre todo tiene un sabor a verídico, y ese contradictorio entre el romanticismo que desprende París y el fatídico acontecimiento que vive la chica...
ResponderEliminarGracias por tu entrada Capitán, y te leo el próximo martes.