1980-2010
CAPITULO
IV
2010
(Décima
entrega)
Camino al
restaurante, hablamos cosas intrascendentales. Ya en la mesa, mientras
cenábamos, me comentó, que continuaba en la empresa, que sus padres habían
muerto, pocos años atrás, con una diferencia de meses y su único hermano, tenía
poco de haber fallecido de cáncer. La tristeza se notaba en sus ojos que
comenzaron a nublársele. Traté de consolarla con unas palabras de aliento, que
recibió de buen agrado y continuamos nuestra platica. Me comentó que había
tenido algunas relaciones sentimentales a lo largo de los treinta años que
dejamos de vernos, pero que realmente ninguna había prosperado. Yo le comenté,
que hasta el momento no me había casado y que actualmente vivía con una chava,
con la que tenia muy buena relación, pero que no pensábamos en casarnos.
Recordamos cuando nos conocimos y los buenos momentos que pasamos. Le pregunte
por Andrea.
-Se caso con
el señor Peláez y esta muy bien.
-Pero si ella
estaba casada y el señor Peláez podía ser su abuelo.
- Pues si.
Pero, ella siempre busco su tranquilidad económica y la encontró con Peláez.
-Bueno. Cada
quien su vida.
-¿Y te
acuerdas de la licenciada Luz Elena?
-Si. Estuvo en
la empresa dos años más, después de que te fuiste y se salió. No supe a donde
se fue. El que tuvo un final horrible fue Paolo.
-¿Por qué?
- No se si
sabias que vivía con su mamá.
-Lo sabía.
-Pues al
parecer, aparte tenia un departamento de soltero.
Entonces no era tan gay, como
decían- pensé de inmediato-
-Un buen día,
no llegó a trabajar. Y eso no causo alarma. Sin embargo, después de tres días
que no se presentó, ni aviso, llamaron a su casa. Ahí contesto su mamá y
alarmada dijo que ella tampoco sabia nada de su hijo. Entonces lo comenzaron a
buscar y a los pocos días lo encontraron en su departamento muerto. Le habían
dado mas de treinta puñaladas. La empresa, inclusive hizo una pequeña investigación,
para comprobar que su muerte no tuviera ninguna relación con ella.
Mientras me comentaba esto, recordaba lo que alguna vez un abogado
me había dicho: El homicidio de un hombre, cometido a puñaladas, normalmente es
entre homosexuales, son muy pasionales.
Angélica, continuaba su relato.
-Al final de
cuentas, su muerte, nada tenia que ver con la empresa.
-Que tremendo.
-Fue una
sorpresa para todos.
-Si, me
imagino. Oye y Salvador. ¿Sigue en la empresa?
-Ay, ese pobre
de Salvador. No me lo vas a creer, pero me invito cantidad de veces a comer. Me
llamaba y me decía:
-Angélica la
invito a comer mañana en la Fogata. La espero a las dos y media de la tarde.
Yo le decía que si podía iba. Pero, nunca fui. Aunque como te
digo, eso no impedía que mes, mes y medio después, me volviera a invitar.
Aunque como te digo, al pobre no le fue muy bien.
-¿Por qué?
-Tomaba mucho.
Creo que todos los días llegaba “cuete” al trabajo. Una mañana, entro al
edificio, y en el estacionamiento de ejecutivos, en donde tenia un lugar, a
mitad del carril, se quedo dormido con el coche andando. El conserje se dio
cuenta y lo despertó. Pero imagínate a las ocho y media de la mañana venia
“bien” borracho. Entonces lo despidieron.
-¿Y que pasó?
-Según me
dijeron a los pocos meses murió.
-¿De qué?
–pregunte sorprendido-
-No lo supe
muy bien. Pero creo que fue de una congestión alcohólica.
Cuando Angélica, me contó lo de Paolo, sentí cierta pena por la
muerte que tuvo. Sin embargo, no me efecto emocionalmente. Empero, cuando me
platicó todo lo que le sucedió a Salvador y su final. Me sentí triste. Era un
amigo, al que estimaba y que su historia me conmovía. Pensé en su esposa y en
sus hijos. Todos, incluyendo a Salvador deben de haber vivido un calvario. Me
acorde del nombre de su primer hijo, Jordi. Fue la primera vez que escuche ese
nombre y se me quedo grabado. Pensé en Jordi y en su sufrimiento. Algo, dentro
de mi se rompió, cambie la ilusión por la realidad. Sin saberlo, pensaba que el
tiempo se detenía y las personas continuaban tal y como las recordaba. Y no era
cierto. El que no percibiera los cambios, que día a día sufría mi cuerpo y mi
vida, no significaba que ello no sucediera. Me sentí tan mortal, tan
vulnerable, como nunca me había sentido.
-Yujuuuu. –me
trajo a la realidad Angélica-
-Ah. Disculpa.
Que triste final.
En ese momento se acerco el mesero
para ofrecernos mas vino. Lo cual aceptamos y lo escanció en nuestras copas. La
cena estaba deliciosa, el plato que escogí fue un jugoso filete, acompañado de
una rica ensalada aderezada con miel y mostaza. Angélica, saboreaba una
arrachera a la parrilla, acompañada de papas a la francesa. Al retirarse el
mesero, continuamos nuestra charla.
-Por cierto.
¿Sabes quien me preguntaba por ti?
-No. ¿Quién?
-Carmelita.
-¿Carmelita?.
¿Cuál Carmelita?
Trate de recordar a alguna jovencita, pero nada llegaba a mi
mente.
-Carmelita De
Alba. La secretaria de ustedes, que se jubilo.
-Aaaah.
Carmelita. Claro que me acuerdo de ella. Se jubilo y creo que se fue a vivir
con su hija y su nieta.
-Si, ella me
preguntaba por ti cada vez que iba a la empresa. Siempre me decía:
-¿Cómo esta el
muchacho?.
-Yo le
contestaba que no sabía de ti. Y en seguida me pedía:
-Si lo ves,
salúdamelo.
-Y como está.
–pregunté, esperando me dijera: ya esta muy viejita y vive con su hija-
-Supiste que
hace unos años apareció “la mata viejitas”, que se dedicaba a matar ancianas
que vivían solas.
-Si, creo que
era una enfermera y luchadora, que las mataba para robarlas.
-Pues
Carmelita fue una de ellas.
Los recuerdos se agolparon en mi
corazón y galopo por todo mi ser un profundo sentimiento de tristeza, de vacío
e impotencia. No recuerdo nada mas de esa platica, sólo que al despedirme de
Angélica, veía que su cara, de piel delicada otrora, reflejaba el paso de los
años y tal vez de las penas. Era ella, treinta años después.
Enhorabuena por tu relato Capitán... pues no hay cosa más difícil e importante que esto mismo... acabar!
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