1980-2010
CAPITULO I
(Tercera entrega)
Todos los privados, salvo el del
director y los subdirectores, eran de cristales transparentes, de tal manera,
que todos quedábamos a vista de todos. A media mañana se presentó una joven.
-Buenos
días. ¿Tu eres el nuevo?
Me tomo por sorpresa la visita y la
pregunta. De lentes, delgada y de baja estatura, se desenvolvía con seguridad y
soltura.
-Si
entré ayer. –respondí dubitativo-
-Soy
Luz Elena. Estoy a cargo de las concesiones de la empresa.
-Mucho
gusto. Yo estoy a cargo de los inmuebles de la empresa.
-Si
ya lo se. ¿Y porque no te ha presentado Paolo?
-Tal
vez lo haga mas tarde.
-Ven
te voy a presentar con los demás.
Me llevo de privado en privado,
presentándome a todos y salvo ella, todos eran hombres. Me recibieron
cordialmente y se ofrecieron a ayudarme en lo que necesitara. Me presentó con
las Carmelitas, mujeres de mas de setenta años, que llevaban media vida
trabajando en la empresa y con Esperanza, que estaba asignada a la subdirección
administrativa. Finalmente, me presentó a las secretarias del Director. Me
mostro su privado, que quedaba a la derecha del privado del director y me
acompaño de vuelta al mío.
-Pues,
ya está. Ya conoces a todos y todos te conocen a ti.
-Que
amable de tu parte, haberme presentado con todos.
-Bueno,
en lo que pueda ayudarte, avísame.
Se despidió y se fue a su privado.
Solo faltó que me presentará al Director, pero me imagine que eso tendría que
hacerlo mi jefe. Así que solo sería cosa de esperar. Recordé las dos
entrevistas previas que tuve con él, antes de entrar a trabajar. En ellas, me
comentó que habíamos tres candidatos para el puesto y que yo era el menos
calificado para el mismo. No obstante ello, le dije que me esforzaría por estar
a la altura. Siempre fue lacónico y tenía pocas esperanzas de conseguir el
trabajo. Por ello, cuando me llamarón para avisarme que me iban a contratar, me
desconcerté y alegré. No supe muy bien, que pasó, ni quien tomó la decisión
final, pero el puesto me lo dieron a mi.
Al final de la jornada, comencé a
guardar mis cosas en mi escritorio, cuando sonó el teléfono. Era Paolo:
-Aun
no te puedo recibir. Espérate y luego te llamó.
Me espere mas de una hora y no me
llamaba. Estaba a punto de ir a su privado y preguntarle a que hora me
recibiría, cuando lo vi salir, con sus cosas. Salte como resorte de mi sillón y
lo alcancé en el elevador.
-Me
dijiste que te esperara.
-Ah,
si. Se me olvido. Mañana te llamo y vemos tu plan de trabajo.
-De
acuerdo.
El elevador llegó, ambos entremos y descendimos,
sin pronunciar palabra, el se bajo en el estacionamiento para los ejecutivos de
la empresa y yo desconcertado en la planta baja.
Por la mañana, cerca de la hora de
entrada, lo primero que hice fue dirigirme a la gerencia de Recursos Humanos y
ahí estaba ella, Angélica. Al ver que el lugar de Andrea estaba vacío, presumí
que no había llegado, por ello, le pregunte desenfadadamente:
-¿Y Andrea?
-No
tarda en llegar. ¿Se te ofrece algo.?
-Nada.
Solo venia a saludar.
-¿Solo
a ella? –preguntó con una sonrisa irónica-
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