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sábado, 23 de agosto de 2014

La casa por el tejado.



Ya por aquel entonces, algo le decía que aquello no tenía ni pies ni cabeza. No sabía cómo explicarlo. A pesar de ello, su intuición le alertaba de que le estaban preparando para algo ya prediseñado... 

Todo le apasionaba hasta que profundizaba en ello y entraba en un largo sopor. La imposibilidad de encontrar el sentido común en aquellos libros le inducía a llevarles la contraria por negación infusa. Esta manera de actuar lo llevó al precipicio. Otro adolescente poniendo en jaque su propia existencia. Otro rebelde sin causa sintiendo el implacable yugo del abismo bajo sus pies.

Con los años, cuando aquellos que habían alcanzado la meta de manera brillante, y no tan brillante, articulaban sus pensamientos y sus actos de manera automatizada, cayó en la cuenta de que su formación formaba parte de una trama perversa que pretendía, y consiguió, hacerlo parte y partícipe de un sistema que anuló toda su voluntad. Ahora estos, estos que ocupan la tan maravillosa virtud de interferir en la vida de los demás, solo le han dejado a él y a otros como a él la pobre migaja que les otorga el derecho a patear junto con la obligación de acatar. 


Ahora que se ha dado cuenta de que: hay que mirar como un anciano mientras se camina como un niño; qué el camino es lo que da sentido a la vida y que la meta es la excusa para seguir viviendo. Ahora que ha comprendido qué: llegar a la sencillez es tan complejo como fácil es caer en la complejidad, y qué pocos están dispuestos a sacrificar una vida de estómago agradecido. Es cuando únicamente ha comenzado a sentirse bien. A sentirse pleno. A sentir que aun está a tiempo... En definitiva, qué si fuera por aquellos libros nunca hubiera aprendido a coger el cielo con la mano...

Por ello, puso el contador a cero y se vio con el suficiente respaldo moral como abanderar la premisa que guiaría su vida en el futuro:



"Para llegar al alma de las cosas, es mejor empezar la casa por el tejado"  

domingo, 17 de agosto de 2014

Charles Bukowski





SU MEJOR ARTE

Hay suficiente traición y odio, violencia,
necedad en el ser humano corriente
como para abastecer cualquier ejercito o cualquier
jornada.
Y los mejores asesinos son aquellos
que predican en su contra.
Y los que mejor odian son aquellos
que predican amor.
Y los que mejor luchan en la guerra
son -AL FINAL- aquellos que
predican
PAZ.
Aquellos que hablan de Dios
necesitan a Dios.
Aquellos que predican paz
no tienen paz.
Aquellos que predican amor
no tienen amor.
Cuidado con los predicadores
cuidado con los que saben.
Cuidado con aquellos que están siempre
leyendo libros.
Cuidado con aquellos que detestan
la pobreza o están orgullosos de ella.
Cuidado con aquellos de alabanza rápida
pues necesitan que se les alabe a cambio.
Cuidado con aquellos que censuran con rapidez:
tienen miedo de lo que no conocen.
Cuidado con aquellos que buscan constantes
multitudes;
no son nada solos.
Cuidado con
el hombre corriente
con la mujer corriente.
Cuidado con su amor.
Su amor es corriente, busca
lo corriente.
Pero es un genio al odiar
es lo suficientemente genial
al odiar como para matarte, como para matar
a cualquiera.
Al no querer la soledad
al no entender la soledad
intentarán destruir
cualquier cosa
que difiera
de lo suyo.
Al no ser capaces
de crear arte
no entenderán
el arte.
Considerarán su fracaso
como creadores
sólo como un fracaso
del mundo.
Al no ser capaces de amar plenamente
creerán que tu amor es
incompleto
y entonces te
odiarán.
Y su odio será perfecto
como un diamante resplandeciente
como una navaja
como una montaña
como un tigre
como cicuta
Su mejor

ARTE.


martes, 12 de agosto de 2014

MUJER





MUJER

Mujer de
Cálida sonrisa
Cándida
Y sin prisa
Mujer de
La casualidad
Que sonríes
Y vuelves
La Realidad
En beldad
Mujer de
La vida real
De recto andar
Y tierno mirar
Déjame admirar
Lo que es una mujer
De verdad.


El Capitán.

martes, 5 de agosto de 2014

PARÍS…PARÍS….PARÍS






PARÍS…PARÍS….PARÍS



            Temerosa de las alturas y corta de dinero, por su calidad de estudiante becaria, finalmente se decidió a subir a la Torre Eiffel. Desde luego, de ninguna manera subiría a lo más alto. Eso jamás sucedería, pues su temperamento era sobre todo prudente y precavido y por que no decirlo un poco temeroso. Además frente a la taquilla comprobó la deferencia de precios y decidió subir sólo hasta la primera planta. Una vez que adquirió su entrada se dirigió al ascensor, montó en este y el cúmulo de gente la llevó hasta una de las ventanas del elevador, de inmediato, a diferencia de los demás visitantes, le volvió la espalda. Cuando cerró sus puertas y comenzó a subir sintió un pequeño remolino en su estomago. Por su posición no veía como se alejaban del suelo, sin embargo el movimiento y la conciencia de saber que subían, provocaban que el remolino aumentara su intensidad. Al cabo de unos instantes se abrió la puerta y descendió junto con algunas personas. No fue de inmediato al extremo de la terraza como todos ávidamente lo hicieron. Ella simplemente aguardo un tiempo a que disminuyera su malestar estomacal. En un momento dado, se propuso esperar el elevador para retornar y salir de la torre. El tiempo que le llevó esa pequeña batalla fue suficiente para que disminuyera su malestar y se aventurara a dar unos cuantos pasos, al cabo de los cuales se detuvo para ver a las personas que iban y venían del borde de la terraza. Al mirar a niños y adolecentes que disfrutaban gozosamente la vista que ofrecía el lugar comenzó a desaparecer el malestar y a sentirse calmada y tranquila. Al darse cuenta de ello, se dijo a si misma. Por qué no intentarlo. Puedo caminar poco a poco y si me da miedo, pues me regreso. Y así lo hizo. Sin embargo, a pesar de la corta distancia tardó bastante en acercarse al barandal del piso. Conforme este aparecía más próximo, ella más lento caminaba, inclusive, se detenía. Aunque al mismo tiempo la vista le parecía cada vez más hermosa, pues salió por la cara que daba frente al Sena, las terrazas, la enorme y hermosa fuente y los museos. Finalmente quedó a medio metro del barandal y ahí consideró que debería permanecer. El acercarse a la barandilla lo único que le iba a proporcionar era una vista del suelo y eso era demasiado para ella. Satisfecha con su logro, respiro tranquila y se felicitó por ello. Así permaneció algunos minutos contemplando y disfrutando la belleza de la vista. Intempestivamente escuchó un golpe seco a su derecha y de inmediato varios gritos de terror. Instintivamente giró su cabeza y vio horrorizada el cuerpo de un hombre que había saltado desde la terraza superior y permanecía inmóvil a su lado. Fue tal su estado que tuvieron que trasladarla a un hospital para atender su ataque de pánico. Jamás regreso a la Torre Eiffel…..París……París……París.


                        El Capitán