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lunes, 30 de abril de 2012

viernes, 27 de abril de 2012

GINETTA (Capítulo IV)




    En el capítulo anterior:

-Le estoy comentando a mi a´pa, que vamos a ir el próximo viernes unos amigos a la discoteca. –al decir esto, lanzo una mirada suplicante a su padre- que sí me deja ir.
-Yo creo que no debe ir. A esos lugares, no van jóvenes decentes.
-Claro que sí. Mi prima Ester, (era la hija de la hermana de su madre) ha ido varias veces y mi tía, no le dice nada.
-Pues eso no lo sabía. Creo que voy a tener que hablar con mi hermana.
-Por favor, deme permiso –nuevamente dirigió la mirada a su padre. Pero, este, con la misma, le indico que era su esposa quien tenía la última palabra-

Después de mucho insistir y con la ayuda de su progenitor, la señora Martina, accedió a la petición de su hija, con la única salvedad de que a mas tardar regresaran a las once de la noche. Esta hora, no es lo que ella hubiera deseado, pues el local lo cerraban a la una de la mañana. Pero, para ser la primera vez, sentía que había ganado una batalla. El viernes, a la hora acordada se presentó el joven a casa de Ginetta. Paso un momento, saludó y se despidió de doña Marina, con la promesa de regresar a la joven a la hora indicada. La discoteca, resulto ser una ilusión hecha realidad. Juan se portó de maravilla con ella. Ginetta, siguiendo las ordenes de su madre, solo tomo bebidas, sin alcohol. Y como una de sus aficiones, era el baile, para el cual era dotada, se la paso bailando todo el tiempo. Poco antes de las once, decidieron salir del recinto, pero el mesero, se tardó mucho en llevarles la cuenta, de tal manera que salieron unos minutos después de las once. Esto, no les preocupó mucho, pues en escasos diez minutos, estarían en la casa de la joven; como fue. A las once quince, Juan se estaba despidiendo de Ginetta, en la puerta de su casa. Esperó a que esta abriera la puerta. Una vez abierta, para sorpresa de ambos, se encontraron a la madre, quien sin mas, le plantó una sonora bofetada a la joven, al momento que le decía:
-Te dije a las once.
Juan, sin saber que decir se dio media vuelta y se retiró. Ginetta, estoica, sin decir palabra, cerro la puerta y se dirigió a su habitación. Minutos después, ya en su cama, lloró en silencio toda la noche.
Avergonzada por el incidente, se alejó de Juan y se dedicó la mayor parte del tiempo a preparar sus exámenes finales. Lo cual, le dio la excusa para no asistir a reuniones o fiestas. La relación con su madre, continuo como de costumbre: fría y distante. Aunque comprendió que las reglas las ponía, o mejor dicho las imponía su madre y que ni su progenitora, ni ella iban a cambiar. Por ello, decidió estudiar su carrera en la Ciudad de Monterrey. El motivo que les expuso a sus padres es que la Universidad que había escogido, contaba con los mejores profesores y planes del estudio de todo el norte de la república. Además, que era el mejor lugar para iniciarse en la práctica de su carrera, pues solo en Monterrey y en la capital del país, existían los medios informativos, lo bastante grandes y fuertes, para transmitir la información y ella, había decidido estudiar periodismo. Contrario a la reacción que esperaba de su madre; esta, tomo con cierta indiferencia el deseo de la joven y accedió a que estudiara, de acuerdo con la propuesta. Esto, desconcertó a Ginetta, quien pensó que a su madre le molestaba que viviera con ella, y en cambio le agradaba que se fuera de la casa. Por el contrario, su padre, tenía sentimientos cruzados, por una parte estaba apesadumbrado por la separación de su hija, mientras que por el otro alegre por la inteligencia, carácter y empuje de su descendiente. 

Continuará……………..

El Capitán.

miércoles, 25 de abril de 2012

El guionista novel: ¿Es el guionista un técnico?

El guionista novel: ¿Es el guionista un técnico?:       Siempre me surge este tipo de duda cuando me pongo a escribir un guion . Esto no me pasa cuando imprimo sobre el papel en blanco ...

domingo, 22 de abril de 2012

GINETTA (Capítulo III)

En el capítulo anterior:

Y le recordaba el caso de diversas conocidas, de las que se sabía que andaban besándose en el cine o en el coche con sus novios y que eran la comidilla de la sociedad. Eso, sin contar las que salían embarazadas, sin estar casadas. Eso, era una de las perores afrentas, que le podía pasar a la muchacha y recibir la familia. Situaciones como esa, marcaban para siempre a toda la familia. En una ciudad pequeña, el cumplimiento de las formas, era esencial, para poder vivir en paz, al menos en el aspecto moral-social. 

A sus dieciocho años, comenzó a ser cotejada por Juan, un compañero de la escuela. Hasta ese momento, nunca había tenido novio y se comenzó a plantear la posibilidad de corresponderle. Aunque las formas preveían un largo cortejo, en el cual mientras convivían, se iban conociendo y pasado un tiempo, si ella estaba de acuerdo, el pretendiente, era presentado en la casa de la chica, para que oficialmente se estableciera el noviazgo. Esto, aunque no era expresamente, el preámbulo de un enlace, normalmente terminaba en matrimonio. Y claro, cuando la familia, recibía al joven, y este les comentaba sus intenciones, de inmediato, le pedían seriedad, responsabilidad y honorabilidad. Con esto, el incipiente novio, quedaba obligado a no llevar el contacto físico, mas allá de lo estrictamente permitido por las formas sociales, esto era, tomarla de la mano y excepcionalmente besarla.
Pues bien. Juan comenzó a cortejarla, lo que ilusionaba a Ginetta, pues le resultaba muy bien parecido y muy varonil. Los primeros escarceos, se dieron en la escuela, luego, en las reuniones de amigos, hasta que la invito a la discoteca de moda.
-Oiga. ¿Qué tiene que hacer el viernes por la noche?
-Pues dormir. ¿Qué mas? –dijo esto, con cierto tono burlón-
-Se lo digo en serio.
-Y yo también.
-Es que quiero invitarla a bailar.
-Pues invíteme.
-Pues, eso estoy haciendo.
-Deje, pido permiso en mi casa.
-T´a gueno.  Pasaría por usted a las ocho.
-Pérese. Primero que me den permiso.
-Bueno. Usted me avisa.
Se despidieron y ella se fue con la alegría e ilusión de ir por primera vez a la discoteca, acompañada por Juan. Así que, en cuanto llego a su casa, se fue directo con su padre a pedirle permiso; Pues sabía, que con su madre iba a ser más difícil o casi imposible obtener el beneplácito. Y así lo hizo, pero con lo que no contó, era que cuando le estaba planteando la situación a su progenitor, llego de improviso su señora madre e intervino de lleno.
-¿Qué quiere usted?
-Le estoy comentando a mi a´pa, que vamos a ir el próximo viernes unos amigos a la discoteca. –al decir esto, lanzo una mirada suplicante a su padre- que si me deja ir.
-Yo creo que no debe de ir. A esos lugares, no van jóvenes decentes.
-Claro que sí. Mi prima Ester, (era la hija de la hermana de su madre) ha ido varias veces y mi tía, no le dice nada.
-Pues eso no lo sabía. Creo que voy a tener que hablar con mi hermana.
-Por favor, deme permiso –nuevamente dirigió la mirada a su padre. Pero, este, con la misma, le indico que era su esposa quien tenía la última palabra-

Continuará……………..

El Capitán.

viernes, 20 de abril de 2012

Tú, escritor


          La frase de Aristóteles, de Wilde, de Goethe, de Machado, de Stendhal, de Dalí, de Unamuno, de Séneca, de San Agustín... No está mal que me cuentes lo que otros dijeron, pero, y tú, ¿no tienes nada tuyo que contarme? Es a ti a quien quiero escuchar; es tu pensamiento, el que quiero leer.

Guerrero

** Imagen tomada de la red


GINETTA (Capítulo II)

En el capítulo anterior:

Con gestos y ademanes propios de la edad, señalaba a uno de los alumnos y en seguida le preguntaba:
-¿Y le ha escrito algo?
-Sí.
-¿Qué le escribió?
-Un verso.
-¿Se lo quiere leer?

Y la niña, comenzaba a leerle el verso, que acababa de escribir, sobre el escritorio del maestro. Al final, le aplaudían, por su creación, pero sobre todo por la admiración que despertaba, al ser tan pequeña y tan desinhibida. Su niñez, se desarrolló con un apego a su padre, a quien acompañaba a todas partes, y de quien recibía toda clase de mimos. La madre, por el contrario, celadora de la disciplina del hogar, diría este, de manera férrea y rígida. Para la mujer, las formas, estaban sobre todas las cosas, inclusive los sentimientos. Y gracias, a la dirección de la madre, los hijos, se comportaban de manera responsable y educada. Doña Martina, ferviente practicante católica, estaba integrada a la iglesia de la localidad, siendo recalcitrante proselitista y defensora de la moral religiosa y practicante, de todas y cada una de las actividades o practicas religiosas ordenadas por la iglesia. Si bien, Ginetta, discrepaba, constantemente de las instrucciones de su madre, se guardaba muy bien, de cumplirlas al pie de la letra. El carácter y talante de su progenitora, no admitía desviación alguna a sus ordenes. Pero, fuera de ello, la dinámica familiar, se desarrollaba, en un ambiente de cariño y unión. Su niñez y adolescencia, transcurrieron, felizmente para la chica. En los albores de la mayoría de edad, comenzaron ella y sus amigas a coquetear con el amor y por ende con sus amigos. Si bien, antes, se reunían en las casas de sus familias, para celebrar reuniones o fiestas. Al comenzar a cumplir dieciocho años, comenzaron a ir a bailar a las discotecas. El cuerpo de Ginetta, a esta edad, había alcanzado su plenitud, de silueta delgada, sus senos proporcionales a su cuerpo, se adivinaban firmes y certeros, mientras que su trasero, se había desarrollado un poco más de lo normal, haciéndolo muy atractivo a las miradas masculinas. Pero, lo más hermoso, era su rostro, ese rostro que da la juventud, lozano, transparente, lleno de energía, con unos labios carnosos, una delineada nariz, y unos expresivos ojos negros, que atrapaban la mirada de quien se cruzaba con ellos. No solo tenía muchos admiradores, sino que también tenía diversos pretendientes. Y ella, disfrutaba con todo ello, pues se sentía alagada. Como contrapartida, su madre, constantemente le ponía los pies en la tierra.
-Cuidadito, con los “huercos”. ¡Que no me entere, de que anda dando el espectáculo por ahí!-o bien le sentenciaba- Piense mucho en lo que hace cuando salga con los “huercos”, pues un error, va a hacer que se arrepienta toda la vida.
Y le recordaba el caso de diversas conocidas, de las que se sabía que andaban besándose en el cine o en el coche con sus novios y que eran la comidilla de la sociedad. Eso, sin contar las que salían embarazadas, sin estar casadas. Eso, era una de las perores afrentas, que le podía pasar a la muchacha y recibir la familia. Situaciones como esa, marcaban para siempre a toda la familia. En una ciudad pequeña, el cumplimiento de las formas, era esencial, para poder vivir en paz, al menos en el aspecto moral-social. 

Continuará………………

  El Capitán.

lunes, 16 de abril de 2012

GINETTA (Capítulo I)



En las distintas regiones de cada país, las costumbres, normalmente son diversas y diferentes. Así sucede en México. En el sur las costumbres familiares, sociales y afectivas, suelen ser más relajadas, en comparación con las del norte, en donde son más formales. Así, en el sur, los niños, se dirigen hacia los padres hablándoles de tu, y lo mismo sucede con los padres, mientras que en el norte, la costumbre de los padres y de los hijos es hablarse de usted. Para quien no está acostumbrado a esto, en un principio le suena raro y hasta gracioso, escuchar a un padre, con su característico acento “golpeado”, dirigirse a su pequeño hijo.
-Órale. Apúrese a comer, porque va a llegar tarde a la escuela
O a la abuela, dirigiéndose a su pequeña nieta:
-Tiene que portarse bien, para que no la vayan a castigar.
Mientras que en el sur, las formas, pasan mayormente desapercibidas o se cumplen en situaciones especiales; en el norte, forman parte de la vida diaria. Siendo, la idiosincrasia de esta parte del país, el ahorro, el trabajo y el esfuerzo. Un elemento mas, que intervine en la vida cotidiana, es la religiosidad, con que se vive, y el apego a las practicas e ideas morales de la iglesia. Quedando a cargo de cada uno de los feligreses, su practica familiar y la vigilancia de su aplicación por los miembros de la sociedad. Todo ello, da forma a una sociedad estricta, férrea y lineal. Pues bien. A Ginetta, le toco nacer, en el seno de un joven matrimonio, formado por el ingeniero Antonio González y su esposa, doña Martina Treviño. Fue la mayor de tres hermanos y la consentida de su padre y por ende la rival de su madre, quien no llevaba muy bien el asunto. Puede ser, que contribuyera a ello, el que ambas tenían el mismo carácter, fuerte y obstinado. O que simplemente chocaran de manera natural. La niña, resulto ser muy inteligente y responsable. El orgulloso padre, se la llevaba, a la facultad de ingeniera, donde impartía clases. Ginetta, a sus seis años, disfrutaba sentada en la silla del profesor, en compañía de su padre, asistiendo a esas clases. A su corta edad, probablemente herencia de su padre, le gustaba escribir poemas, inspirándose en alguno de los alumnos que tenía enfrente. El padre, conocedor de esto y orgulloso de su hija, a mitad de la clase la interrumpía, para dirigirse a su pequeña:
-¿Quién le gusta?
Con gestos y ademanes propios de la edad, señalaba a uno de los alumnos y en seguida le preguntaba:
-¿Y le ha escrito algo?
-Sí.
-¿Qué le escribió?
-Un verso.
-¿Se lo quiere leer?

Continuará………………….


  El Capitán

domingo, 15 de abril de 2012

GINETTA (Un relato por entregas) (prólogo)


Hace algunos años. No muchos, no me decidía en que lugar pasar unas vacaciones. En perspectiva tenía dos o tres países y varias invitaciones de amigos que viven en el extranjero. Por azares del destino o por coincidencia, un viejo conocido que vivía en México, del cual no tenía noticias, desde hacia bastante tiempo, aunque sabía que había hecho fortuna, me llamó para invitarme a su casa, en la capital del país. Bueno, no precisamente en la capital, sino a unos cuarenta y cinco minutos de dicho lugar, a una ciudad que se llama Cuernavaca. Al escuchar el nombre, me sonó como a cuernos de vaca. Lo cual, aparte de ser gracioso, no me llamaba, mayormente la atención. A pesar de su insistencia, varias veces evadí la invitación, argumentando diversos pretextos. Amablemente, me oferto, hospedarme en su casa y correr con todos los gastos de mi manutención. Trato de animarme, comentándome que a ese lugar se le conoce como la ciudad de la eterna primavera, por su agradable clima y que su casa contaba con una piscina. Sin embargo, le comente –para salir del paso- que lo pensaría. Después de despedirnos, me olvide del asunto. Al cabo de unos días, recibí una llamada de mi amigo, quien me indicaba, que había adquirido los billetes de avión para que lo fuera a visitar. Esto, me sorprendió y trate de evadir la visita. Pero, ya nada me valió. Acepte, con la condición de reintegrarle el costo de los boletos y correr con todos mis gastos, durante mi estancia. 
  En Cuernavaca, al cabo de algunos días, me di cuenta de que la decisión que tomé fue acertada, pues la ciudad era hermosa. La variedad de lugares y paisajes hacia de mi estancia un paraíso. Y la gente, sobre todo la gente, era sumamente hospitalaria y amable. En ese lugar, quede gratamente sorprendido, con la comida mexicana. Aunque en muchos casos, algo picante, me resulto muy sabrosa y a la par de cualquiera del mundo. Mi estancia, resulto placentera y relajada. El siguiente viernes, mi amigo organizó una pequeña velada con algunos de sus amigos y conocidos. A ella, asistieron diversas personas, que en mi mente clasifique desde quinquis, hasta pijos. Poco después de las doce de la noche, al calor del vino y el ambiente, mi anfitrión nos invitó a su espacioso salón y a que relatáramos alguna anécdota o parte intima de nuestra vida. Advirtiéndonos, que todos los invitados éramos totalmente desconocidos unos de otros y que difícilmente volveríamos a reunirnos. Esto me pareció estrambótico y desde luego que, llegado el caso, no diría nada que no fuera alguna intrascendente vivencia. Me di cuenta de que no era el único que pensaba de esa manera, pues los primeros que se aventuraron, no expresaron nada interesante. Sin embargo, el turno le llegó a una mujer madura, que sin ambages relato su historia. La cual, hasta el día de hoy, me impacta cuando la recuerdo. Por ello, quiero compartirla con nuestros lectores. Por razones, que se descubrirán, en la lectura del relato, he cambiado su nombre, fechas y lugares. Por lo demás, estimados lectores, tengan la certeza de que todo lo que escribo, es lo que esta mujer dijo, a quien nombraré Ginetta. 
  Me permito aclarar que algunas palabras, las transcribo tal y como las oí y ofrezco disculpas por no poner el significado, pues son modismos mexicanos. Si alguien las lee y lo conoce, le agradeceré me lo envíen. 

El Capitán.