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jueves, 29 de octubre de 2015

Relativismo y Mecánica Cuántica



El peso muerto del cuerpo, una vez descontado el peso del alma, viene a ser aproximadamente el doble del que una persona cualquiera es capaz de arrastrar hasta el maletero de su coche.  Este hecho es inapreciable en un primer momento para la gran mayoría de los asesinos convictos, pero no así para un científico, y había hecho desistir en no pocas ocasiones a Gervasio en su intento de deshacerse de su jefe en el departamento de física cuántica de la Universidad de Arenosillos (Huelva).

Una innumerable multitud de méritos con forma de artículos publicados en revistas, ponencias en congresos, direcciones de tesis doctorales y regalos de navidad a su abyecto superior, no hacían más que presionarle el lado de su cerebro del que dependían, tanto los desastres naturales cotidianos, como la vida de todo animal toca huevos que se cruzase en su camino.

Ante todo esto, y como buen cuántico que se consideraba, no se contentó con elaborar un simple plan. Gervasio hizo todo un proyecto para acabar con su jefe. Introducción, antecedentes, normativa, memoria descriptiva, cálculos, pliego de condiciones, mediciones, planos, e incluso había elaborado un presupuesto de ejecución material. Para no levantar sospechas, lo tituló “Proyecto de Eficiencia Energética y Eliminación de Barreras en el entorno de Doñana”. 

No solo recibió todo tipo de premios y elogios por parte del departamento, sino que también fue subvencionado con cargo a fondos europeos en un 75%, cubriendo el restante 25% una partida presupuestaria destinada a la cría del Lince Ibérico en la zona, y que por aquello de las diferentes interpretaciones de las normas según quién las lea, se había demostrado perfectamente compatible con el título del proyecto.

Justo cuando ya se disponía a poner punto y final a sus desasosiegos, un poco antes de que se cumpliese el plazo que las ayudas le permitían, el único dato que no había tenido en cuenta en su elaborado plan vino a dar al traste con su empeño. Su jefe, D. Torcuato, le comunicaba mediante un guasap que se jubilaba a final de mes y estaba invitado a un cóctel de despedida en el laboratorio de planta baja. Le rogaba, eso sí, algo que nunca se había atrevido a sugerirle, que previamente se duchara.

Guerrero