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viernes, 28 de marzo de 2014

Momentazos: <<¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!>>

  


  Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos por ser uno de ellos, y vínose a vivir a la ciudad y alquiló una casilla y metiose a guisar de comer a ciertos estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del comendador de la Magdalena, de manera que fue frecuentando las caballerizas.
  Ella y un hombre moreno de aquellos que las bestias curaban vinieron en conocimiento. Éste algunas veces se venía a nuestra casa y se iba a la mañana. Otras veces, de día llegaba a la puerta en achaque de comprar huevos, y entrábase en casa. Yo, al principio de su entrada, pesábame con él y habíale miedo, viendo el color y mal gesto que tenía; mas, de que vi que con su venida mejoraba el comer, fuile queriendo bien, porque siempre traía pan, pedazos de carne y en el invierno leños a que nos calentábamos.
   De manera que, continuando la posada y conversación, mi madre vino a darme un negrito muy bonito, el cual yo brincaba y ayudaba a calentar. Y acuérdome que, estando el negro de mi padrastro trebejando con el mozuelo, como el niño vía a mi madre y a mí blancos y a él no, huía de él, con miedo, para mi madre, y, señalando con el dedo, decía:

-¡Madre, coco!

Respondió él riendo:

-¡Hideputa!

Yo, aunque bien mochacho, noté aquella palabra de mi hermanico, y dije entre mí: «¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!».   

*Fragmento del Tratado I  de "El Lazarillo de Tormes. 

lunes, 24 de marzo de 2014

TUS LABIOS



La nostalgia
De un beso deseado
Candente
Irreverente
Como la juventud
Arrebatada
Por un águila
Dorada
Es el deseo
De mi alma
Al recordar
Tu imagen
Encarnada.


viernes, 21 de marzo de 2014

El Beso





 ¿Quién no se ha despertado alguna vez antes de que suene el despertador? Esa mañana le ocurrió a él. Sonó a la hora de siempre. Pero este se despertó sobresaltado unos segundos antes de que sonara. Una imagen de vacío le había frustrado la última hora de sueño. Era primavera. Una mañana difícil de sortear, aun para un hombre como él que había sobrevivido a tantas mañanas como esas. Durante años, no había hecho nada distinto. La primavera era una de las pocas cosas que llegaban. 
  Destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró el cazo del fuego, vertió la mitad del agua y removió el poso de café del fondo de la taza. Mientras esperaba a que hirviera su infusión en el microondas, sentado junto a la mesa de la cocina, experimentó la misma sensación de pesadez de cada mañana. Su esposa se incorporó de la cama cuando lo vio entrar al dormitorio con el café. Esa noche había sufrido otra crisis y ahora atravesaba por un estado de sopor. Pero se incorporó para recibir la taza, y lo besó.
  Bajó las escaleras. Se enfundó su abrigo y miró hacia atrás, a su alrededor. Las paredes estaban repletas de imágenes enmarcadas que atestiguaban un pasado florido. Cerró la puerta de casa, y marchó.
  Por la ventana de su despacho, a esa altura, parecían hormiguitas. Quiso aplastarlas. Subió por las escaleras de incendios. Al abrir la puerta de la azotea un fuerte frisa le sacudió el poco pelo que le quedaba. Su ya ridículo flequillo le hizo recordar que era su último día antes de su jubilación. Su vida laboral no había cumplido con sus expectativas. Se sentía insatisfecho. Con la sensación de haber perdido el tiempo. De haber aguantado estupideces con sus estúpidos autocomplacientes. Qué se dejó llevar. Qué no supo agarrar las riendas de su vida a tiempo. Qué vivió la vida de otros. Así, frente al vacío en la cornisa del edificio de oficinas donde trabajaba, asumió con resignación penitente no haber sido capaz de hacerle frente a aquello en lo que nuca creyó.  
  Segundos antes, al final del día y frente al vacío, un regusto le devolvió a la realidad. Recordó el sabor de sus labios. Las imágenes de los cuadros. El olor a café. Y entonces entendió que no todo estaba perdido. Finalmente, recogió sus cosas y regresó a casa ansioso de recibir otro beso suyo.

viernes, 14 de marzo de 2014

Lola


  Las cosas no marcharon como quisiera. Nunca supo el porqué. No encontró solución. Y entonces... dejó la mente en blanco. Dejó de acomodarse en el pasado, y de planificar el futuro. Y la rueda comenzó a girar. Se sentía satisfecha, segura, capaz de cualquier cosa. Postrada en la cama de la enfermería de la residencia de ancianos, y a sus noventa y dos años, sintió la satisfacción de haber conseguido por fin el objetivo por el que había luchado toda su vida. Fueron los cinco minutos más felices de su ya larga existencia. 

*"Lola, genio y figura hasta la sepultura." Dedicado a ella, que encontró la felicidad en su locura.

viernes, 7 de marzo de 2014

Entre génesis y apocalipsis.


"Érase una vez un monstruo que comía hierbas. Pero, alguien lo mató"  

FIN

*Microrrelato de una niña de cinco años.