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viernes, 30 de diciembre de 2011

Tú mi universo

Tú y yo,
de piel amantes,
tú y yo,
de amor errantes.



Estas cuatro paredes,
cárcel de nuestro amor furtivo
no abarcan ni comprenden
y son cómplices y no testigos.



Te he amado en los mil rincones de mi universo,
dejando estelas tras tus besos.


Al calor de las estrellas más brillantes,
he dejado que sea tu cuerpo quien me abrase.


Cuerpos celestes, blancos, verdes, rojos,
sólo el color de tu piel nubló mis ojos.


Tú, mi estrella.
Yo, tu universo.



Guerrero

martes, 20 de diciembre de 2011

Caperucita Roja y el Lobo

" ¡Arriba perezosa, ya son las seis!". El señor despertador parlante, Don Ring-ring, era un buen amigo, discreto, y sabía mucho de sus intimidades, al menos, ella le contaba todo lo que le pasaba, a lo cual él respondía, casi mecánicamente, tras escucharla y un silencio de más de tres segundos, con alguna de sus frases grabadas en forma aleatoria: "¿no me digas?", "sí claro", "a mi me pasa igual", o "hasta ahí podíamos llegar"; y con la posibilidad, que no facilidad, de poderle grabar las frases cortas que se quisiese en su tarjeta de memoria.

"¡Arriba perezosa, ya son las seis y cinco!". - Vale, vale, STOP, ¿me has escuchado?, STOP...."a mi me pasa igual". - No, no te estoy hablando, te estoy parando, STOP, STOP. "Alarma detenida, que pases un buen día", - Gracias, igualmente,... "hasta ahí podíamos llegar". Don Ring-ring no le permitía nunca a ella decir la última palabra, ya que siempre era contestada, pero tenía sus recursos, salía de su habitación, y se despachaba a gusto, - pero qué vas a saber tú de lo que te estoy contando, si tienes alma de cortocircuito y cuerpo de metacrilato, ¡adiós, papagayo!

Doña Thermomix, ya le había preparado el desayuno, chocolate caliente con churros, y estaba afanada con la comida, que tendría lista en ocho minutos según marcaba su pantalla multifunción. Nunca llegó a hablar. Desde muy pequeña, siempre se ha comunicado a través de mensajes escuetos y escritos, y todo lo más que llega a pronunciar son distintos pitidos que utiliza según su criterio. Con tres pitidos cortos y seguidos, indica que ya tiene la comida preparada.

El día se presenta interesante para Alexia, hoy es martes, y tendrá clase de ballet por la tarde. No es que el ballet le interese demasiado, pero sí su profesor, Francesco. En realidad se llama Paco, pero ella lo ha ajustado un poco. Nada rutinario, nada normal. De lo normal no se extrae la alegría, le había inculcado su abuela, sólo melancolía, y con esta puede uno vivir cien años, o más bien parecerlos, de lo largos que se hacen los días.

A primera hora toca clase de inglés. Yes you can!, reza bien grande en la lámina que da entrada a la clase de inglés. Sí, Miguel ha venido. Ayer no vino. Se han cruzado miradas de polos opuestos, esquivas, hasta que se han sonreído. Miguel es su mejor amigo, bueno, prácticamente es con el único chico con el que se atreve a hablar a solas, pero no lo considera nada más. Aunque un cierto cosquilleo le produce su presencia cercana.

La última clase hoy es de Filosofía. A Alexia no le gusta, por la oportunidad perdida. Le habría encantado filosofar y pensar en voz alta, pero se trataba de historia de la filosofía.

El revuelo general indica la proximidad del sonido de la campana. Una nota escrita le han pasado sus compañeras del pupitre de atrás. "Esta tarde, a las cuatro, estaré en el Parque de los Álamos. Mike". Le encantaba su timidez, que sólo rompía de forma rotunda con un paso al frente decidido, y ahí estaba, invitándola a reunirse en el parque. Con una leve sonrisa dirigida, aceptó la invitación.

El comedor del colegio era una olla en ebullición, pero no llena de garbanzos, sino de niños y no tan niños, que se apresuraban a comer el menú o bien lo que hubiesen traído en sus mochilas, como era el caso de Alexia. Doña Thermomix le había preparado unas lentejas que realmente odiaba, pero que se las comía de todas formas. Su abuela manejaba el programa de los menús de forma remota desde su tableta, y era prácticamente imposible piratearla, ya lo había intentado en un par de ocasiones, y se había quedado sin comida ese día.

A las cuatro se encaminó hacia el Parque de los Álamos, de todas formas tenía que pasar por allí para llegar al ballet a las cinco, por lo que esta vez adelantó un poco la salida. El parque estaba un poco descuidado y sucio, pero sin posible comparación con el asfalto. En él podía dar vida a sus fantasías, a las que adornaba con caballeros apuestos, príncipes encantados, y heroínas que rescataban a la ciudad de los malvados. Allí estaba Miguel, sentado sobre el poyete de la fuente.


- Hola, ¿para qué me has citado?
- El otro día, todos se rieron cuando dijiste que te gustaba el cuento de Caperucita Roja. Pero yo no me reí, a mí también me gusta, y quería que lo supieras.
- Ya, si. Pues qué bien, ¿no?...¿y ya está?
- Bueno, ¿qué vas a hacer ahora?
- Tengo clase de ballet a las cinco, dos calles detrás del parque.
- ¿Puedo acompañarte?
- No te imagino en clase, además mi abuela me estará esperando a la entrada.
- Entonces me quedaré por aquí, vete tú, pero no cruces por el parque que he visto entrar a gente extraña, mejor rodéalo.
- Bien, gracias, nos vemos mañana, en clase.

Con el tiempo justo debido al rodeo, llegó para saludar a su abuela, cambiarse y entrar en clase. El programa del día anunciaba "Pedro y el Lobo" de Afanasiev, y no se lo había preparado, ni tan siquiera las audiciones. Allí estaba Francesco, dulce y fuerte, como siempre. Quedó impresionada por el personaje que hacía de lobo. Sus movimientos, paradas, giros, y cuando la agarró fuerte entre sus brazos, la dejaron boquiabierta. Su abuela, que la observaba con detenimiento, también suspiraba en sus fugaces encuentros. Cuando finalizó, intentó conocer a tan apuesto lobo, pero se fue fugaz y escurridizo. Una nota le entregó su abuela, de parte del lobo. "Me gustaría verte de nuevo, mañana en el parque, a la misma hora. Auuuu!. Mike."

Guerrero

domingo, 18 de diciembre de 2011

¡Para qué quiero crecer!

Jesús
– Papá, por qué llevo puesto el chándal a la clase de música.
– Porque has tenido esta mañana educación física, y aprovechando esto no te hemos cambiado. ¿Qué habéis hecho hoy en gimnasia?
– Hemos jugado al juego del pañuelo y yo he llegado el primero. He ganado. Sergio y Samuel han perdido.
– Muy bien. ¿Sabes qué cuando yo tenía tu edad, el día que había gimnasia era el mejor de la semana? Antes de que mi madre me enfundara el chándal y los botines corría descalzo y en calzoncillos hasta la ventana para ver si el tiempo estaba bueno.
– ¿Por qué papá?
– Pues porque con solo caer unas gotas, el campo de fútbol del colegio, que era de cemento, resbalaba como una pista de patinaje. ¿Sabes qué pasó un día en el que se jugaba la final de la copa provincial entre mi colegio y el equipo de otro colegio?
– ¿Qué pasó papá?
– Yo, como siempre, estaba sentado en el banquillo. Jamás salí de titular.
– ¿Por qué estabas sentado en un banquillo?
– Buena pregunta. Es largo de explicar, pero imagínate que vas en nuestro coche camino de la playa y de repente se pincha una rueda, ¿qué harías tú?
– Tirar el coche viejo y comprar otro.
– Ya. Si se te pincha una de las cuatro ruedas, sacas la de repuesto que está esperando para ser usada y la cambias por la vieja.
– Papá
– Qué
– ¿Por qué estabas sentado en un banquillo?
– Dios. Bueno, quedaba poco para que terminase el partido e íbamos empatados a dos goles.
– ¿Tú marcaste un gol? Yo quiero marcar un gol en el colegio y hacerle una pedorreta a Sergio y a Samuel.
– No chico, salí a jugar justo antes de terminar el partido, cuando faltaba un minuto. Expulsaron a nuestro portero y pitaron penalti. Me pusieron de portero. Entonces empezó a caer las primeras gotas de agua sobre el terreno de juego... el público corría en desbandada a refugiarse en las galerías techadas que rodeaban la cancha. 
– Yo también quiero ser portero.
– ¿Y sabes qué pasó?
– Que paso papá.
– Pues que paré el penalti.
– ¡Bien, bien!
– Y de repente...
– Qué pasó, qué pasó papá...
– Y de repente... 
- ¡Qué!
- ¡Y de repente... cuando iba a sacar de portería, ¡zas!, resbalé y al darle el patadón a la pelota, salió disparada a todo velocidad hacia la portería contraria. El portero del otro equipo estaba algo adelantado y... ¡Gol, gol, goooooooool!


El hombre alza las manos y se abraza con su hijo que también se hace cómplice de la alegría y grita sin pudor. Empiezan a caer las primeras gotas de lluvia. Al poco tiempo, un manto de agua cubre a padre e hijo, que celebran el gol en medio de la calzada ante la atónita mirada de los viandantes.

                                                                      'Jesús'

lunes, 5 de diciembre de 2011

Nuestra Naturaleza

A la orilla de una laguna se encontraban una rana y un alacrán. Los dos querían pasar al otro lado. La rana se disponía a entrar al agua, cuando el alacrán le dijo:
-Ayúdame a pasar al otro lado. Llévame en tu lomo.
La rana de inmediato le respondió.
-No. Porque si te llevo encima de mi, me vas a picar y me voy a morir.
El alacrán, con circunspección le replico:
-Eso no va a suceder. Porque si te pico y mueres, yo también moriría.
La rana medito: Es cierto, si yo muero, el alacrán también moriría. Y no creo que quiera morirse. Entonces le dijo:
Esta bien. Te llevare a la otra orilla. Sube encima de mi.
El alacrán subió sobre la rana y esta comenzó a cruzar la laguna. A medio camino. El alacrán le clavo su aguijón a la rana y esta agonizante, le preguntó.
-¿Por qué me clavaste tu aguijón? Ahora ambos vamos a morir.
Con resignación el alacrán le respondió.
-Si. Ya se que vamos a morir. ¿Pero que quieres? Es mi naturaleza.
 
                       Fábula popular.
 
                       El Capitán