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domingo, 18 de diciembre de 2011

¡Para qué quiero crecer!

Jesús
– Papá, por qué llevo puesto el chándal a la clase de música.
– Porque has tenido esta mañana educación física, y aprovechando esto no te hemos cambiado. ¿Qué habéis hecho hoy en gimnasia?
– Hemos jugado al juego del pañuelo y yo he llegado el primero. He ganado. Sergio y Samuel han perdido.
– Muy bien. ¿Sabes qué cuando yo tenía tu edad, el día que había gimnasia era el mejor de la semana? Antes de que mi madre me enfundara el chándal y los botines corría descalzo y en calzoncillos hasta la ventana para ver si el tiempo estaba bueno.
– ¿Por qué papá?
– Pues porque con solo caer unas gotas, el campo de fútbol del colegio, que era de cemento, resbalaba como una pista de patinaje. ¿Sabes qué pasó un día en el que se jugaba la final de la copa provincial entre mi colegio y el equipo de otro colegio?
– ¿Qué pasó papá?
– Yo, como siempre, estaba sentado en el banquillo. Jamás salí de titular.
– ¿Por qué estabas sentado en un banquillo?
– Buena pregunta. Es largo de explicar, pero imagínate que vas en nuestro coche camino de la playa y de repente se pincha una rueda, ¿qué harías tú?
– Tirar el coche viejo y comprar otro.
– Ya. Si se te pincha una de las cuatro ruedas, sacas la de repuesto que está esperando para ser usada y la cambias por la vieja.
– Papá
– Qué
– ¿Por qué estabas sentado en un banquillo?
– Dios. Bueno, quedaba poco para que terminase el partido e íbamos empatados a dos goles.
– ¿Tú marcaste un gol? Yo quiero marcar un gol en el colegio y hacerle una pedorreta a Sergio y a Samuel.
– No chico, salí a jugar justo antes de terminar el partido, cuando faltaba un minuto. Expulsaron a nuestro portero y pitaron penalti. Me pusieron de portero. Entonces empezó a caer las primeras gotas de agua sobre el terreno de juego... el público corría en desbandada a refugiarse en las galerías techadas que rodeaban la cancha. 
– Yo también quiero ser portero.
– ¿Y sabes qué pasó?
– Que paso papá.
– Pues que paré el penalti.
– ¡Bien, bien!
– Y de repente...
– Qué pasó, qué pasó papá...
– Y de repente... 
- ¡Qué!
- ¡Y de repente... cuando iba a sacar de portería, ¡zas!, resbalé y al darle el patadón a la pelota, salió disparada a todo velocidad hacia la portería contraria. El portero del otro equipo estaba algo adelantado y... ¡Gol, gol, goooooooool!


El hombre alza las manos y se abraza con su hijo que también se hace cómplice de la alegría y grita sin pudor. Empiezan a caer las primeras gotas de lluvia. Al poco tiempo, un manto de agua cubre a padre e hijo, que celebran el gol en medio de la calzada ante la atónita mirada de los viandantes.

                                                                      'Jesús'

2 comentarios:

  1. Tierno el relato, y esa lluvia que lo moja todo, antes y ahora, uniendo a padre e hijo.
    Saludos

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  2. Hijo, padre, después abuelo. Antes, ahora y después. Una lluvia que como bien dices, lo moja todo. Gracias por tu comentario Arte Pun. Gracias por inspirar este otro.

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