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lunes, 25 de febrero de 2019

No, yo no.


Qué Mario es así parece una obviedad. Lo que no parece estar tan claro es que, además de desordenado, impuntual, inmaduro, inconstante y nada reflexivo, la vida le vaya mal. A pesar de ello, se enfrenta a uno de los incómodos problemas al que se enfrenta cada día alguien que aparentemente va por libre; poner límites.
Equivocar la educación con el pasotismo es una costumbre muy arraigada entre la inmensa mayoría de los mortales. Nunca dijo que fuera hippie. Sí algo bohemio. 
Mario es un burgués de ideas liberales, siempre dentro de la linea roja que separa la intransigencia del sano arte de la convivencia. Por caber, cabe cualesquiera con cualquiera de sus argumentos siempre que se siente siendo conciente de lo que acontece a su alrededor. Aquel que NO superara esta primera criba, sería abocado al más profundo ostracismo, retirándole incluso la palabra de por vida.
Acostumbrado a rebatir de manera dialogante, finalmente llegó el día en el que se cansó. Descubrió muy a su pesar qué, no se discurría con lógica. ¿Pero, qué lógica? La suya, por supuesto. Por encima de todo precepto estaba la confrontación.  
Detestaba la ideas salidas de las vísceras. Los devaneos emocionales, las idas y venidas de los hechos. La coherencia, por muy descabellada que fuera la idea, era para él la máxima que nos hacía diferentes. No comulgaba con ruedas de molino. No transigía ante el intransigente. No permitiría, por encima de su cadáver, la humillación del que, por encima de todo, se sentía, creía y manifestaba superior. Sin embargo, le encantaba arrimarse y dejar pasar a su mundo más privado, más íntimo, a aquellas personas que vivían sumidos en la esclavitud de la impulsividad, el arrebato, o la inconsistencia de sus argumentos. Personas buenas. Persona que no atinaban a comprender. Inteligentes, validos, pero emocionalmente tarados. Al menos eso creía él.
Él NO, era su mayor virtud. Primero el NO, y después me lo pienso. Tarde para una afirmación tan rotunda. Tarde para un hombre de cuarenta y seis años, víctima de su arrogancia intelectual por que; conoció el amor y a renglón seguido el desamor. Y el NO se transformo en la combustión del YO... 
Sumido en una profunda depresión, aniquiló todo su ser combatiendo en una guerra perdida de antemano contra una realidad demoledora. Todo en lo que había creído hasta ahora y con lo que había predicado, se derrumbo a sus pies. Ahora entendió todo...

viernes, 8 de febrero de 2019

A través del cristal.


Debido al sopor de una tarde de invierno calurosa, el local anda más caldeado que de costumbre. Las dos chicas de la ortopedia de la esquina, ordinaria ella, ordinaria también, calcularon mal sus posibilidades. La nueva chica tras la barra no era lesbiana; afirma con su sonrisa rolliza una de las aspirantes a candidata para okupar una de los lados de la cama. En efecto, además de no ser, ni tan siquiera practicarlo, viene cada tarde antes de cerrar un majestuoso cubano que tiene como profesión la de bailarín clásico. 

- Chica, si lo hubiera sabido, no te hubiese dejado hacer el ridículo tan espantoso que has hecho.
- Tú siempre con tus predicciones a toro pasado.

El señor de la esquina sentado frente a su señora, considerándose acabado, hace ya tiempo que reposa sus fantasías en supuestos imposible. Hasta en el mejor de los casos, y siendo este mozo, pudo imaginar que la posibilidad de que dos mujeres compartieran lecho, al margen de parecer escandalosa, le provocara una excitación tardía sin consecuencias fisiológicas visibles. 
Don Juan, notario de considerable prestigio, tenía como compañera a Doña Gertru; discolaca de una cadera y loca del coño.

La tarde del viernes, trasnochada y febril, controvertida y paradójica, habría que encasillarla en esas que se ven a través del cristal.


lunes, 4 de febrero de 2019

Dirección




Una señal clavada en el suelo marca direcciones. Junto a ella se cruzan todo tipo de sesgo; hombres gordos, hombres panzones, chicas bellísimas, altos y bajos, en grupos, solitarios felices e infelices solitarios. Señoras con falsos abrigos de piel. Algún extraviado al que le ha pasado por encima el tren de la vida, guiándose con un mapa entre sus manos. Una guapísima morena de ojos azules con su cámara reflex colgada al cuello. Un motorista descafeinado con más huesos que carne. Una podre desgraciada a la que la vida, no por no ser valida, que lo es y mucho, le ha pagado como solo a los buenos y claros se les paga. Un chico tomándose un helado en pleno febrero. Los de la oficina; los que marcan la moral y la ética de una vida adornada de cornamentas, estómagos como vacas y cubatas a media-tarde con la sola idea de llegar a casa borracho sin que se le note, para acomadar su sesera llena de prejuicios en la sabana limpia y planchada. La chica del ordenador. El mochilero. Dos marroquíes en la esquina. El nativo es el que fuma. Un ex-policía nacional y su señora colgada de su brazo. Una latino-americana, empleada del hogar cargada de bolsas de la comprar y vestida de una época que dejó de existir y que algunos desearían que volviese.
Todos en un sesgo de direcciones. Y entonces me pregunto: y, ¿dónde estoy yo?