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viernes, 8 de febrero de 2019

A través del cristal.


Debido al sopor de una tarde de invierno calurosa, el local anda más caldeado que de costumbre. Las dos chicas de la ortopedia de la esquina, ordinaria ella, ordinaria también, calcularon mal sus posibilidades. La nueva chica tras la barra no era lesbiana; afirma con su sonrisa rolliza una de las aspirantes a candidata para okupar una de los lados de la cama. En efecto, además de no ser, ni tan siquiera practicarlo, viene cada tarde antes de cerrar un majestuoso cubano que tiene como profesión la de bailarín clásico. 

- Chica, si lo hubiera sabido, no te hubiese dejado hacer el ridículo tan espantoso que has hecho.
- Tú siempre con tus predicciones a toro pasado.

El señor de la esquina sentado frente a su señora, considerándose acabado, hace ya tiempo que reposa sus fantasías en supuestos imposible. Hasta en el mejor de los casos, y siendo este mozo, pudo imaginar que la posibilidad de que dos mujeres compartieran lecho, al margen de parecer escandalosa, le provocara una excitación tardía sin consecuencias fisiológicas visibles. 
Don Juan, notario de considerable prestigio, tenía como compañera a Doña Gertru; discolaca de una cadera y loca del coño.

La tarde del viernes, trasnochada y febril, controvertida y paradójica, habría que encasillarla en esas que se ven a través del cristal.


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