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domingo, 15 de abril de 2012

GINETTA (Un relato por entregas) (prólogo)


Hace algunos años. No muchos, no me decidía en que lugar pasar unas vacaciones. En perspectiva tenía dos o tres países y varias invitaciones de amigos que viven en el extranjero. Por azares del destino o por coincidencia, un viejo conocido que vivía en México, del cual no tenía noticias, desde hacia bastante tiempo, aunque sabía que había hecho fortuna, me llamó para invitarme a su casa, en la capital del país. Bueno, no precisamente en la capital, sino a unos cuarenta y cinco minutos de dicho lugar, a una ciudad que se llama Cuernavaca. Al escuchar el nombre, me sonó como a cuernos de vaca. Lo cual, aparte de ser gracioso, no me llamaba, mayormente la atención. A pesar de su insistencia, varias veces evadí la invitación, argumentando diversos pretextos. Amablemente, me oferto, hospedarme en su casa y correr con todos los gastos de mi manutención. Trato de animarme, comentándome que a ese lugar se le conoce como la ciudad de la eterna primavera, por su agradable clima y que su casa contaba con una piscina. Sin embargo, le comente –para salir del paso- que lo pensaría. Después de despedirnos, me olvide del asunto. Al cabo de unos días, recibí una llamada de mi amigo, quien me indicaba, que había adquirido los billetes de avión para que lo fuera a visitar. Esto, me sorprendió y trate de evadir la visita. Pero, ya nada me valió. Acepte, con la condición de reintegrarle el costo de los boletos y correr con todos mis gastos, durante mi estancia. 
  En Cuernavaca, al cabo de algunos días, me di cuenta de que la decisión que tomé fue acertada, pues la ciudad era hermosa. La variedad de lugares y paisajes hacia de mi estancia un paraíso. Y la gente, sobre todo la gente, era sumamente hospitalaria y amable. En ese lugar, quede gratamente sorprendido, con la comida mexicana. Aunque en muchos casos, algo picante, me resulto muy sabrosa y a la par de cualquiera del mundo. Mi estancia, resulto placentera y relajada. El siguiente viernes, mi amigo organizó una pequeña velada con algunos de sus amigos y conocidos. A ella, asistieron diversas personas, que en mi mente clasifique desde quinquis, hasta pijos. Poco después de las doce de la noche, al calor del vino y el ambiente, mi anfitrión nos invitó a su espacioso salón y a que relatáramos alguna anécdota o parte intima de nuestra vida. Advirtiéndonos, que todos los invitados éramos totalmente desconocidos unos de otros y que difícilmente volveríamos a reunirnos. Esto me pareció estrambótico y desde luego que, llegado el caso, no diría nada que no fuera alguna intrascendente vivencia. Me di cuenta de que no era el único que pensaba de esa manera, pues los primeros que se aventuraron, no expresaron nada interesante. Sin embargo, el turno le llegó a una mujer madura, que sin ambages relato su historia. La cual, hasta el día de hoy, me impacta cuando la recuerdo. Por ello, quiero compartirla con nuestros lectores. Por razones, que se descubrirán, en la lectura del relato, he cambiado su nombre, fechas y lugares. Por lo demás, estimados lectores, tengan la certeza de que todo lo que escribo, es lo que esta mujer dijo, a quien nombraré Ginetta. 
  Me permito aclarar que algunas palabras, las transcribo tal y como las oí y ofrezco disculpas por no poner el significado, pues son modismos mexicanos. Si alguien las lee y lo conoce, le agradeceré me lo envíen. 

El Capitán.

2 comentarios:

  1. ¡Adelante! ¡Adelante Ginetta! Saludos de un expectante lector...

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  2. Me gustó este prólogo. Gracias por el relato, espero su continuación.

    Abrazos

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