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lunes, 16 de abril de 2012

GINETTA (Capítulo I)



En las distintas regiones de cada país, las costumbres, normalmente son diversas y diferentes. Así sucede en México. En el sur las costumbres familiares, sociales y afectivas, suelen ser más relajadas, en comparación con las del norte, en donde son más formales. Así, en el sur, los niños, se dirigen hacia los padres hablándoles de tu, y lo mismo sucede con los padres, mientras que en el norte, la costumbre de los padres y de los hijos es hablarse de usted. Para quien no está acostumbrado a esto, en un principio le suena raro y hasta gracioso, escuchar a un padre, con su característico acento “golpeado”, dirigirse a su pequeño hijo.
-Órale. Apúrese a comer, porque va a llegar tarde a la escuela
O a la abuela, dirigiéndose a su pequeña nieta:
-Tiene que portarse bien, para que no la vayan a castigar.
Mientras que en el sur, las formas, pasan mayormente desapercibidas o se cumplen en situaciones especiales; en el norte, forman parte de la vida diaria. Siendo, la idiosincrasia de esta parte del país, el ahorro, el trabajo y el esfuerzo. Un elemento mas, que intervine en la vida cotidiana, es la religiosidad, con que se vive, y el apego a las practicas e ideas morales de la iglesia. Quedando a cargo de cada uno de los feligreses, su practica familiar y la vigilancia de su aplicación por los miembros de la sociedad. Todo ello, da forma a una sociedad estricta, férrea y lineal. Pues bien. A Ginetta, le toco nacer, en el seno de un joven matrimonio, formado por el ingeniero Antonio González y su esposa, doña Martina Treviño. Fue la mayor de tres hermanos y la consentida de su padre y por ende la rival de su madre, quien no llevaba muy bien el asunto. Puede ser, que contribuyera a ello, el que ambas tenían el mismo carácter, fuerte y obstinado. O que simplemente chocaran de manera natural. La niña, resulto ser muy inteligente y responsable. El orgulloso padre, se la llevaba, a la facultad de ingeniera, donde impartía clases. Ginetta, a sus seis años, disfrutaba sentada en la silla del profesor, en compañía de su padre, asistiendo a esas clases. A su corta edad, probablemente herencia de su padre, le gustaba escribir poemas, inspirándose en alguno de los alumnos que tenía enfrente. El padre, conocedor de esto y orgulloso de su hija, a mitad de la clase la interrumpía, para dirigirse a su pequeña:
-¿Quién le gusta?
Con gestos y ademanes propios de la edad, señalaba a uno de los alumnos y en seguida le preguntaba:
-¿Y le ha escrito algo?
-Sí.
-¿Qué le escribió?
-Un verso.
-¿Se lo quiere leer?

Continuará………………….


  El Capitán

2 comentarios:

  1. Ánimo Capitán, muy interesante relato. Me gustó lo del acento golpeado, es muy visual.

    Saludos

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  2. Curioso el contraste entre el Norte y el Sur. ¿Dónde acabará esta chica, en el norte o en el sur? Dulce, ingenua e inteligente... ¡menudo cóctel!

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