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domingo, 22 de abril de 2012

GINETTA (Capítulo III)

En el capítulo anterior:

Y le recordaba el caso de diversas conocidas, de las que se sabía que andaban besándose en el cine o en el coche con sus novios y que eran la comidilla de la sociedad. Eso, sin contar las que salían embarazadas, sin estar casadas. Eso, era una de las perores afrentas, que le podía pasar a la muchacha y recibir la familia. Situaciones como esa, marcaban para siempre a toda la familia. En una ciudad pequeña, el cumplimiento de las formas, era esencial, para poder vivir en paz, al menos en el aspecto moral-social. 

A sus dieciocho años, comenzó a ser cotejada por Juan, un compañero de la escuela. Hasta ese momento, nunca había tenido novio y se comenzó a plantear la posibilidad de corresponderle. Aunque las formas preveían un largo cortejo, en el cual mientras convivían, se iban conociendo y pasado un tiempo, si ella estaba de acuerdo, el pretendiente, era presentado en la casa de la chica, para que oficialmente se estableciera el noviazgo. Esto, aunque no era expresamente, el preámbulo de un enlace, normalmente terminaba en matrimonio. Y claro, cuando la familia, recibía al joven, y este les comentaba sus intenciones, de inmediato, le pedían seriedad, responsabilidad y honorabilidad. Con esto, el incipiente novio, quedaba obligado a no llevar el contacto físico, mas allá de lo estrictamente permitido por las formas sociales, esto era, tomarla de la mano y excepcionalmente besarla.
Pues bien. Juan comenzó a cortejarla, lo que ilusionaba a Ginetta, pues le resultaba muy bien parecido y muy varonil. Los primeros escarceos, se dieron en la escuela, luego, en las reuniones de amigos, hasta que la invito a la discoteca de moda.
-Oiga. ¿Qué tiene que hacer el viernes por la noche?
-Pues dormir. ¿Qué mas? –dijo esto, con cierto tono burlón-
-Se lo digo en serio.
-Y yo también.
-Es que quiero invitarla a bailar.
-Pues invíteme.
-Pues, eso estoy haciendo.
-Deje, pido permiso en mi casa.
-T´a gueno.  Pasaría por usted a las ocho.
-Pérese. Primero que me den permiso.
-Bueno. Usted me avisa.
Se despidieron y ella se fue con la alegría e ilusión de ir por primera vez a la discoteca, acompañada por Juan. Así que, en cuanto llego a su casa, se fue directo con su padre a pedirle permiso; Pues sabía, que con su madre iba a ser más difícil o casi imposible obtener el beneplácito. Y así lo hizo, pero con lo que no contó, era que cuando le estaba planteando la situación a su progenitor, llego de improviso su señora madre e intervino de lleno.
-¿Qué quiere usted?
-Le estoy comentando a mi a´pa, que vamos a ir el próximo viernes unos amigos a la discoteca. –al decir esto, lanzo una mirada suplicante a su padre- que si me deja ir.
-Yo creo que no debe de ir. A esos lugares, no van jóvenes decentes.
-Claro que sí. Mi prima Ester, (era la hija de la hermana de su madre) ha ido varias veces y mi tía, no le dice nada.
-Pues eso no lo sabía. Creo que voy a tener que hablar con mi hermana.
-Por favor, deme permiso –nuevamente dirigió la mirada a su padre. Pero, este, con la misma, le indico que era su esposa quien tenía la última palabra-

Continuará……………..

El Capitán.

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