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viernes, 31 de enero de 2020

Encontrados.

   


Las palabras se quedaron mudas, translúcidas ante tanta belleza. 
Ahí estás. Te encontré. Me encontraste. Nos encontramos. Nos encontró. 

   Mi vida llevaba años haciendo aguas. El barco se iba a pique, y la proa ya andaba sumergida si en alguna ocasión se mantuvo a flote. Ya no recordaba aquella recurrente pregunta que me hacía de chaval, y que en ese momento me vino a la memoria, que consistía en poner en aserto que alguien está para alguien. Y que ese alguien deambula por la vida sin saber, coincidiendo en espacio y tiempo. Y que en ese momento es, en el que dos personas se alinean, la una con la otra, cuando surge la magia. Y si además la música resulta como excusa, la banda sonora del primer beso parece asegurada. Pues eso mismo ocurrió; lejos, muy lejos. En el lugar y el momento. Sin palabras.

4 comentarios:

  1. Hola Jesús, gracias por el relato.
    Me resulta un poco fatalista el pensamiento que recoges.
    Abrazos

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    1. Hola Guerrero: en realidad es todo lo contrario...

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    2. Bueno, no será la primera vez que un texto es visto de posturas tan diferentes como contrarias según dices. Es una de las riquezas de lo escrito, que el texto pasa a pertenecer al lector en cuanto que lo hace suyo.
      Me refiero a un fatalismo determinista, en sentido filosófico, ese "asertar que alguien está para alguien" no puedo verlo de otra forma, o al menos a mi es lo que me evoca.
      Gracias Jesús

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  2. Interesante reflexión Guerrero: tienes razón cuando dices que una vez entregas lo escrito el lector se hace con él y con su interpretación. Es curioso como algo que surge de una hecho positivo desprenda fatalismo. Sunpongo que tendrá que ver algo con la ambiguedad del romanticismo que juega a eso dos niveles, y a algún que otro más. Gracias por tu comentario Guerrero, y espero leerte más por aquí...

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