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viernes, 9 de mayo de 2014

De cuando era yo.




La sinceridad; aquella mentira piadosa que desgarra corazones sigilosos. Aquel lugar donde cómodamente se instalan los cobardes. 
Podría decirles que soy alto, guapo, rubio y maravillosamente encantador. Pero no quiero mentirles. Prefiero ser sincero. 
Soy chaparro, aparente, moreno y tremenda, tremendamente encantador. Al menos así los expresaba a viva voz mi gruesa y risueña abuela. Ahora Dios sabe dónde. Espero que esté bien.
Echo de menos las barcas, los albures, los primos, y la lascividad de las primas. El paseo del río. Los pestiños. A la Gertrudis y los manteles de encaje. 

... las mesas de camilla, la feria en el paseo del río. Los árboles en otoño, las escaleras de la ermita, las paredes encaladas y los cipreses apuntando al cielo...

... los quioscos de chapa, el ambulatorio y las monjas.  

... el albero, los arrozales y los adoquines...

... la casa de María y de Paco...

... mi "arboleda perdida"...

 Ahora, a pesar de lo vivido, sigo siendo ese niño. El del paseo del río. El de los sueños que entran por los sentidos. El de mi pueblo querido.

Sueños perdidos que vagan en el baúl de la memoria esperando a clavarles el anzuelo. 

Ahora lo que toca es decirles que para ser sincero, sin comillas, que mejor sitio que este donde a veces más, a veces menos, se darán cita mis recuerdos... 

Qué delicia esta, la de los sueños...

¡Qué delicia esta la de los versos! 

¡Qué delicia esta... 

¡Ah!, no quiero marcharme sin antes decirles, antes de que se me olvide, qué... no pierdan el tiempo... ¡no pierdan el tiempo! ¡NO PIERDAN EL TIEMPO! 

... y sean sinceros.


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