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viernes, 20 de junio de 2014

Isla Virgen.


Tras el naufragio, llegaron al lugar más maravilloso del mundo. Tierra virgen para la siembra de ideas sin malicia ni vagas intenciones. Un nuevo génesis en estado puro para poder empezar de cero. Todo teoría con todo por hacer. Encontrar sin buscar. 

Allí, según lo previsto, se despojaron de sus ataduras y dejaron volar sus cuerpos desnudos. Ahora no habría adultos que les impusieran límites.  Dos almas limpias de culpa. O al menos así lo creían ellos. Así lo creía yo. 

Una nueva oportunidad en manos de dos críos. Una nueva oportunidad para zanjar rencillas con el pasado y demostrar que se puede vivir en un mundo mejor. En este mi mundo. Pero, de nuevo, como antes sucediera con otros, todo se fue al traste cuando el primero de ellos dio el primer paso y tomó una decisión que recibió la contrariedad del otro.

Los días siguiente resultaron muy extraños. Les insuflé unas leves brisas de verano. Hice brotar los más dulces y coloridos frutos. Hice cantar a toda la fauna. En ambos seguía presente lo que ocurrió aquella tarde. Ninguno se atrevió a dar el primer paso y hablar de ello. Cualquier excusa era buena para evitar la situación. Era una sensación totalmente nueva. Nunca antes habían experimentado nada semejante. Y ahora qué. Se sentían mutuamente atraídos y no podían estar ni dos segundos juntos sin que el uno incomodase al otro. 

Pobre de mí. Taparon sus vergüenzas. El pudor se apoderó de ellos. Un profundo sentimiento de culpa se adueñó de sus almas. Ya no se sentía iguales entre los iguales.  Hasta el tiempo se conjuró en mi contra y se marchitaron como pétalos de rosas. De aquello no se habló jamás, y este paraíso quedó de nuevo huérfano al fallecer ambos.

 Educados en un colegio de jesuitas, un insignificante beso había dado con todo al traste. Una educación solapada por un régimen paternalista y autoritario. Habían necesitado toda una vida para soltar el lastre pero, cuando quisieron darse cuenta, sus cuerpos antaño erizados ya no tenían el furor de antes. Y recordaron aquellas tardes de catequesis y costuras. Aquellos sermones trasnochados. Aquellos consejos antinaturales que les obligaba a padecer un vía crucis de ingenuidad perenne. 

Ahora tendré que ver como pasa otra embarcación para poder engullirla con mis corrientes. Para esta última tuve que esperar cinco décadas. Dejaron pasar lo más bello que les pude ofrecer. Lo más bello que la vida te puede otorgar. Aquí acabó para siempre la historia que no pudo empezar. La historia que no se pudo escribir. Otra crónica de nunca jamás... por siempre y hasta que algo o alguien cambie este rumbo, seguiré siendo "Isla Virgen". Donde la esperanza nunca se pierde.

2 comentarios:

  1. Una Isla que quiere hacer de Celestina, jugar al Paraíso y ser madre. Lo conseguirá por tozuda, por pura casualidad, porque hace falta algo más que un bonito decorado para entender al hombre.

    Gracias por el relato Jesús

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  2. Una de tus virtudes es la clarividencia. Voy a tener que mandarte los escritos antes de publicarlos. Así de esa manera no tendré que rebanarme los sesos para saber sobre lo que estoy escribiendo.
    Entender la conducta humana es una partida perdida de antemano, además de una estupidez. Dicen que, gracias a la diversidad la vida en sociedad se enriquece resultando más compleja a la par que completa (filosofía de barrio). Aunque no estaría mal que de vez en cuando apartáramos nuestros "diversos" puntos de vista, la mayoría egoístas, cuando del bien común se trata. Aunque esto es, eso, otro punto de vista más. Filosofía de barrio. Gracias por tu comentario Arte Pun. Por la lectura. Por tu punto de vista. El punto de vista.

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