Páginas

Translate

lunes, 11 de marzo de 2019

El adiós.



   En la inmensidad del mar y rozando el horizonte, amarrado al mástil del velero y completamente desnudo. Así se despidió de los suyos antes de su definitiva decrepitud. No quería que lo vieran sucumbir. Él que había sido un hombre brillante.
   Las primeras fuertes olas hacian cimbrar su enorme badajo, todavía deseoso aunque inútil, como queriendo estabilizar el balandro en un fútil intento por ver si cabía la posibilidad de replantearse esta mística manera de marcharse al otro mundo.
   Nunca se atrevió a enfrentarse a su realidad. No era soberbio. Era engreído, y como tal , petulante y jactancioso. Compartía vida con una hermosísima mujer que le servía, además de fervorosa admiradora, de fabulosa percha para agrandar su ego alimentándose de las envidias masculinas.
   Todo sucedía según lo previsto. Nada hacía sospechar que no sería engullido por las aguas. Viendo que el final se precipitaba, alzó el rostro hacia la inmensidad del rocoso y gris cielo esperando tal vez que el último suspiro trajese consigo la quietud, el perdón y por fin, la paz.
   Aquello le recordó parte de su paso por la vida. Y de como de puntillas, desglosó una existencia plagada de apariencias. Queriendo sacudirse esta idea, agitó su cabeza y con ella la porción de pelo que aún le quedaba y que le cubría la frente y parte de su ojos a modo de cortinilla de bar. La lluvia arreció con más virulencia mientras que los amarres que su amigo Simón, marinero él, le agenció en extremidades y tronco, comenzaban a ceder de manera vertiginosa.

- ¡Soy un mierda! -gritó desfigurado y a horcajadas entre las vergas mientras daba debida cuenta, como si de un rosario se tratara, de todas y cada una de sus mendacidades que solo a él convencieron. Hasta qué...

   El mar se lo tragó como el último sorbo de una cánula. Así como su pasó por la existencia, desapareció en la siniestra oquedad.

FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario