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miércoles, 20 de junio de 2012

GINETTA (Capítulo IX)


En el capítulo anterior:


  El dolor que sintió, fue indescriptible. Trato, de quitárselo de encima, pero el peso y la fuerza de Roberto, no lo permitieron, lo que no impidió que siguiera penetrándola. Ella protestaba y se quejaba, con el deseo de que todo terminara. Pero, él continuaba con su frenética activad, diciéndole:
-No se preocupe, solo duele un poquito al principio, pero luego le va a gustar.
-Es que me está doliendo mucho. Ya no aguanto. Quítese de encima.
-Pérese tantito ya voy a terminar.



Y dicho lo anterior, pasaron algunos minutos y comenzó a sentir como se ponía rígido el cuerpo de su marido y lanzaba un alarido. Después de esto, saco su miembro de la vagina de Ginetta, lo cual le significo un alivio, se dio media vuelta y se durmió. En su vagina sentía un intenso dolor. Con calma, se incorporó y al ponerse de pie, vio como estaban manchadas de sangre las sabanas de la cama. Instintivamente se llevó la mano hacia su entrepierna, en la que sintió como algo liquido, de inmediato la retiró, para constatar que estaba sangrando. Asustada se apresuró a comentárselo a su cónyuge.
-Estoy sangrando.
Y este con aire de satisfacción, le respondió:
-Pues, claro. Es normal en la primera vez. No se preocupe, al rato se le quita.
Como autómata se dirigió al baño. Abrió las llaves de la regadera y dejo que el agua caliente, recorriera su cuerpo. En el piso se arremolinaba el agua mezclada, con su sangre, que seguía fluyendo. Mientras esto sucedía, su corazón le decía que lo que estaba viviendo, no era correcto o normal. Pero en su mente, estaba la convicción de que todos los matrimonios, deberían de vivir la misma situación. Y esto se reforzaba, al recordar las últimas palabras de Roberto: “Es normal en la primera vez. No se preocupe, al rato se le quita”. En esta disyuntiva se pasó meditando durante más de una hora. Hasta que el cansancio, comenzó a vencerle. Salió de la regadera, aun sangrando, se puso una bata de baño y entro a la habitación. La luz, continuaba encendida. Roberto, profundamente dormido, roncaba a todo pulmón. De su maleta, extrajo un pijama, se lo puso y se metió a la cama. La situación vivida no le permitía cerrar los ojos y probablemente los ronquidos de su compañero, contribuyeran a que conciliara el sueño. Los siguientes días, contrario a lo que deseaba y esperaba, no fueron distintos. Cada vez que la penetraba, sentía un dolor intenso y comenzaba a sangrar. Esto, se lo comentaba insistentemente a su esposo, con la esperanza, de que se solucionara este suplicio. Pero, él insistía, en que: “Es normal en la primera vez. No se preocupe, al rato se le quita”. Viendo que sus comentarios y suplicas, no daban ningún resultado y sufriendo cada vez que Roberto la penetrara, decidió cortar por lo sano y así en plena luna de miel, de manera tajante, le dijo:
-No quiero que me vuelva a tocar.

Continuará……………..

El Capitán.

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