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lunes, 17 de septiembre de 2012

Ginetta (Capítulo XIII)


En el capítulo anterior:

-No es necesario que trabajes. Yo te puedo dar todo.
-Ya lo sé. Pero me gusta mi trabajo.
-Si, pero. Las esposas deben de estar en la casa, al lado de su esposo. Las mujeres que trabajan, lo hacen porque sus maridos no pueden sostenerlas.
-No se trata de eso. Se trata de que me gusta mi trabajo y me llena de satisfacciones.
-Pues tienes que valorar que es más importante tu trabajo o tu marido.

A partir de ahí, las cosas cambiaron y fueron de mal en peor. Se desató una lucha de poder que termino, al cabo de un mes, en separación y divorcio. 
Pasado un tiempo, Ginetta, vio la oportunidad de editar una revista de arte, renuncio a su trabajo y se lanzó en esa aventura, su conocimiento de ese rubro, sus variados amigos, escritores, pintores y actores, así como sus múltiples contactos en el mundo editorial, le permitieron desenvolverse con soltura y producir una revista de mucha calidad, que fue acogida por el público amante del arte. Ideó, que por cada revista, tendría un patrocinador principal, que produjera productos de calidad y en la medida de lo posible que estos fueran artísticos. Sobre los productos versarían los primeros artículos de la revista, así como su portada. Desde un principio, se entregó en cuerpo y alma a la preparación, impresión y publicación de su revista. Ella, tenía el suficiente carácter para dirigir todo el proceso, y la experiencia necesaria para controlar la calidad. Lo que no se imaginó, y descubrió en el proceso, era su sensibilidad, la cual, le llevaba a involucrarse y a apreciar, desde una forma sentimental, las obras de arte que contemplaba el principal artículo. Pero, también comenzó a coquetear, de forma velada, con su libido. Plasmando en cada artículo, de manera imperceptible, narraciones que en el fondo solo eran alusiones carnales. Su temperamento, superaba sus frustraciones y temores vividos con sus exesposos. 
Para las portadas y fotografías de la revista, consultaba a un viejo y querido amigo, Alfredo, quien era un reconocido fotógrafo en el medio, amen de que era un mujeriego incansable. Esto, desde luego, tenía sin cuidado a Ginetta, quien con seguridad y aplomo le hacia creer que ella era tan vivida como él. Su relación era ligera y abierta, él constantemente le contaba sus aventuras y del sin número de modelos que pasaban por su estudio, y por él. Ella, aparentando indiferencia, le soltaba una que otra broma. Una noche, alrededor de las diez, sin avisarle, se presentó al estudio del fotógrafo, para pedirle ayuda con unos problemas técnicos que se le habían presentado al preparar la revista. Este, amablemente la recibió y la invitó a que lo acompañara con una copa de whisky, pues acababa de terminar una sesión de fotografías de más de doce horas y estaba relajándose. En realidad, solo iba a tomar esa copa y se retiraría, pues ya solo estaba él en el estudio. Después de que le resolvió sus dudas, comenzaron a platicar de distintos temas relacionados con el arte. Mientras hablaban Ginetta, comenzó a analizarlo.
-En realidad no es guapo. Pensó mientras lo escuchaba. ¿No sé porque es tan atractivo para las mujeres?
  Siguieron charlando y bebiendo moderadamente. La plática, el momento, se tornó agradablemente íntimo. Comenzaron a hablar de la fotografía que capturaba una imagen y captaba una esencia. En ello, estaban cuando él le propuso:
-Me gustaría sacarte algunas fotos. En las que se muestre, no solo tu imagen, sino tu esencia. ¿Estas de acuerdo?
Ella sabía, que su trabajo como fotógrafo, no solo era muy apreciado, sino también costoso. Así que alada y con tono de broma le respondió.
-Pero, yo cobro muy caro por posar.
-Estoy seguro de que llegaremos a un arreglo. Pero, antes que nada, quítate la ropa y ponte esta bata. 

Continuará………………….

El Capitán



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