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jueves, 16 de enero de 2014

1980-2010

1980-2010

CAPITULO IV
2010
(Novena entrega)


-Hola, ¿cómo has estado?
-Bien ¿y tú?
-Bien también.
-Hace tiempo que no nos veíamos.
-Hace algunos años. ¿Qué has hecho?
-Me fui a vivir a Culiacán.
-¿Y qué andas haciendo por acá?
-Vine a ver unos asuntos.
-Pues que agradable coincidencia encontrarnos aquí.
-Si mi querido Pancho, me da mucho gusto volver a verte.
-Por cierto, ¿sabes a quien me encontré recientemente?
-No. ¿A quién?
-A tu novia Angélica.
-¿Cuál Angélica?
-¿Esa chava que estaba buenísima?
-¿Cuál?
-Una que trabajaba contigo. O trabajaba en la empresa que estabas, allá por los ochenta. Muy guapa, muy buena.
-Aaaaaaah. Angélica. Si ya sé quien es. ¿Y como está?
-Sigue muy guapa y muy buena.
-¿Por cierto, de Salvador sabes algo?
-No, nada. Si acaso, hace algunos años, supe que tenía problemas con su esposa. Creo que por causa del alcohol. Pero no me hagas mucho caso.
-¿Y tu familia, como está?
-De mi esposa me divorcie y mis hijos viven bien.
-Ya deben de ser mayores.
-Sí. Mi hijo tiene treinta y seis y mi hija treinta y cuatro. Él es arquitecto y ella estudió relaciones internacionales. Y con mi actual compañera, tengo dos niños uno de diez y el otro de ocho. ¿Y tú?
-Vivo con mi novia.
-¿Tu novia?
-Bueno, es un decir. Tenemos unos dos años de vivir juntos. Es locutora en una estación de radio y no tenemos hijos. Ni pensamos tenerlos. Es más joven que yo y por el momento la pasamos bien.
            Charlamos de los viejos tiempos y de cómo habíamos caminado por la vida. Lo invite a visitarme a Culiacán e intercambiamos direcciones y teléfonos, al fin nos despedimos con la promesa de hablarnos y volver a vernos. Lo cual nunca sucedió. Los siguientes días continué con mi trabajo, sin embargo en mi mente se repetían constantemente las palabras de Pancho: Muy guapa, muy buena. Con ese pensamiento busque su número telefónico en el directorio telefónico y lo encontré. Dude muchas veces en marcarle, pensando que tal vez estaba casada, que vivía con alguien o que simplemente no le resultaría gata mi llamada. Empero, venciendo todo temor, le llame. El tono sonó varias veces y estaba a punto de colgar, cuando una voz femenina contestó:
-Bueno.
-Bueno. Disculpe esta Angélica.
-Ella habla. ¿Quién es?
-Soy yo. Te acuerdas de mí. Nos conocimos en la empresa…
            Al escuchar un tono de sorpresa y alegría me tranquilice.
-SÍ, claro que me acuerdo de ti.
-¿Qué te has hecho?
            Le comenté los pormenores de mi vida y ella me comentó que vivía sola en la misma casa que yo conocí. Le pregunté si podíamos vernos y me dijo que sí. Quede en volverle a hablar para concretar el día y hora en que pasaría por ella. El fin de semana, dudaba entre regresarme a Campeche o hablarle a Angélica y ver si podía verla. El problema, era que a Elvira, le había dicho que regresaba en esos días. Era cierto, que no le dije el día, con lo cual tenía de margen el viernes, el sábado y el domingo. Aunque, finalmente, la situación se resolvió por si sola, cuando el jueves por la noche, le llame a mi novia.
-Hola, Elvi.
-Hola cielo.
-¿Cómo van las cosas?
-Muy bien. Fíjate que se está grabando un reportaje sobre algunos lugares del Estado y este fin de semana se efectuaran las tomas en Cósala y quieren que yo vaya para grabar los diálogos.
- Que bien. ¿Y que días vas a estar fuera?
-No te vayas a enojar por no avisarte, pero es que apenas hoy en la tarde me enteré. Nos vamos mañana y regresamos el martes.
            Fingí un poco de decepción y condescendencia y le dije:
-Esta bien, no te preocupes. Lo importante es que te la pases bien.
-Gracias mi amor. Eres un ángel.
            Terminando a llamada, le hable a Angélica y quedamos en que pasaba el viernes a las ocho treinta por ella, para ir a cenar. La expectativa de volverla a ver era intensa. Aun recordaba su increíble cuerpo y lo ardiente de su temperamento. La referencia de Pancho, me hacían imaginármela, como hacia veinte años, tal vez un poco cambiada, pero no mucho.
            A la hora que acordamos me presenté en su casa. Toque el timbre y al cabo de unos minutos salió. De inmediato me di cuenta de que la apreciación de Pancho, fue más optimista que realista, si bien, bajo su vestido, se adivinaba un excelente cuerpo, ya no era el que años atrás había conocido, tenía unos kilos de más.
-Hola. ¿Cómo estas? –le dije, al momento que le daba un beso en la mejilla-
-Muy bien. ¿Y tú?
-De maravilla. Con el gusto de saludarte.
-Lo mismo digo. No has cambiado nada.
-Bueno. Un poquito. ¿A dónde quieres ir a cenar?
-A Gino´s. ¿Te parece bien?

-Claro.

Continuará………..

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