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viernes, 20 de diciembre de 2019

Anestesia que algo queda


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Anestesia que algo queda

A Eufemio lo anestesiaron de pequeño para toda la vida. Por aquél entonces vivían en un tercer piso sin ascensor del Parque Amate de Sevilla. Su madre, Margarita, había hecho un curso de acupuntura por CCC, y con el curso le regalaron una guitarra. Dos meses y medio de acordes es la media general de aguante que tiene una persona aunque esta sea tu propia madre. Las agujas volaron como si una tribu de jíbaros hubiese atacado el bloque desde las copas de los árboles del parque. De las veinte que tenía el paquete, solo cinco se le clavaron, dos en el cuello y tres en la cabeza en el hemisferio derecho. Desde ese preciso momento, y sin saber por qué, Eufemio no solo no conoce el dolor, sino que progresó adecuadamente y hoy día es el virtuoso guitarrista que acompaña a su pareja, Carmen la de Amate, por los tablaos flamencos de Sevilla Este.

Una vez más escribo este relato al hilo del blog que conduce la amiga  Anita Dinamita (otrora Vicente)
Como bien dice ella, "estamos muy felices porque nuestro querido amigo Ernesto Ortega ha publicado el libro de microrrelatos con Enkuadres: Los defectos de la anestesia". Felicidades Ernesto
Y anestesiado he escrito...
Imagen de KozDos portada del libro

1 comentario:

  1. ´Un porrazo bien dao` le hacía falta al niño; como diría mi madre. Ahora entiendo lo que ella quiso decir. Una pena que por aquel entonces no supiera de la eficacia de los cursos de CCC .Menos mal, que no regalaban un juego de cuchillos en vez de una guitarra. Aunque ahora que lo pienso, no debe estar tan mal eso de ser lanzador de estiletes. Como los tuyos: finos y afilados. Gracias Guerrero...

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