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martes, 29 de mayo de 2012

GINETTA (Capítulo VIII)


En el capítulo anterior:


 En el baño, se quitó el vestido, se dio un rápido “regaderazo”, se puso unas coquetas bragas de encaje beige, encima un ligero camisón de satén crema y una bata que hacia juego con el camisón. 

  Se desmaquilló y con unas gotas de perfume regreso a la habitación. Ginetta, se había imaginado un preámbulo, tierno, romántico, antes de pasar a mayores, deseaba el ir descubriendo poco a poco, las sensaciones del placer conyugal. En su mente estaba la imagen del hombre seductor, que lentamente la iba a conducir hasta la consumación del matrimonio. Estaba preparada para ser seducida y seducir a Roberto. Por ello, sin prisas, descalza, penetro en la habitación. Hubiera preferido que la misma estuviera a media luz y no con todas las luces, como la encontró. Pero, bueno. Son pequeñas sutilezas sin importancia –pensó-. Aunque al ver toda la ropa de Roberto, a un lado de la cama y a este acostado, comenzó a sentir frustración. Con tono de enojo, le reclamo:
-¿Y “ora”, que hace usted “bichi”, dentro de la cama?
-Esperándola.
-¿Y no me había podido esperar vestido?
-Mi amor. Déjeme enseñarle esta parte del matrimonio. Le voy a enseñar a amar.
Al decir esto, alzo las cobijas invitando a la joven a compartir el lecho, aunque al hacer esto, quedo al descubierto todo su cuerpo. Ella se fue acercando lentamente a su marido. Era la primera vez que veía a un hombre desnudo. Con cierto morbo, observo su entrepierna y sus ojos se encontraron con un miembro enorme. Aunque por su inexperiencia, asumió como normal el tamaño. En cuanto se acostó, se abalanzó sobre ella. Le quito el pequeño camisón, así como las bragas y comenzó a besarla frenéticamente, a tocarle sus senos, sus nalgas, su sexo. Ella desconcertada, sin saber que hacer trataba de cooperar y en la medida de sus posibilidades participar. Pero, la actitud de Roberto, le permitía poco margen de acción. Casi de inmediato el hombre tuvo erección y ufano de ello, tomo una de las manos de su esposa y la puso en su miembro, para que sintiera su virilidad. Si antes, le había llamada la atención el tamaño, ahora le sobresalto, las dimensiones que había adquirido. Después de algunos minutos, la puso bocarriba, le pidió que doblara y abriera sus piernas. Se puso sobre ella y la penetro con todas sus fuerzas. El dolor que sintió, fue indescriptible. Trato, de quitárselo de encima, pero el peso y la fuerza de Roberto, no lo permitieron, lo que no impidió que siguiera penetrándola. Ella protestaba y se quejaba, con el deseo de que todo terminara. Pero, él continuaba con su frenética actividad, diciéndole:
-No se preocupe, solo duele un poquito al principio, pero luego le va a gustar.
-Es que me está doliendo mucho. Ya no aguanto. Quítese de encima.
-Pérese tantito ya voy a terminar.


Continuará……………..


El Capitán.

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